La importancia de las preguntas correctas
Daniela, una prima que vive en
los lugares más recónditos de Bogotá, acababa de llegar de la Universidad,
estudia enfermería. Se sentó en el la mesa para comer la paella que mi tía
había preparado para ella. Había tenía “un día duro” y no quería hablar de
ello, por lo que platicamos sobre películas y música. Luego de un rato, que
parecía que todo había mejorado y ella estaba más tranquila, comencé a
preguntarle por las horas anteriores.
— ¿Viste muchas materias hoy?
—pregunté mientras metía una cuchara en su plata para robarle un poco de arroz.
—Sí, cuatro—me dijo, mientras
levantaba y nuevamente bajaba sus hombros.
— ¿Y tan mal estuvo todo?
—pregunté nuevamente.
—Sí, me fue mal en todo—
respondió. Espere un rato y volví a preguntarle. — ¿En todo?, ¿estás segura? —.
Ella me miró reflexiva.
—Bueno, en todo no, solo en
anatomía y fisiología. No trabajaban y me fue muy mal por eso—me dijo. —
¿quiénes no trabajaban?, ¿tus compañeros, estaban en un grupo? — volví a
interrogarla.
Sonrió, quizá porque no esperaba
esa pregunta y se alistó para responderme. —Sí, estaba con 4 compañeros y ellos
no trabajaron nada. Nos fue mal. No me gustó la actitud de Laura—agregó.
La miré y entendió que iba a
preguntarle nuevamente. — ¿Qué no te gustó específicamente de su actitud? —.
Ella me miró extrañada, se tomó tiempo para pensar. —El desinterés, no hacia
las cosas con gusto, las hacía por hacerlas, eso afectó a todo el grupo.
Así continuó la conversación.
Ella me siguió hablando de esa clase, de sus amigos y en general de la Universidad.
Luego hablamos de su expareja, me explicó todo lo que había sucedido y para
finalizar, hablamos de sus planes para su cumpleaños. Cuando la conversación
cerró, ella me preguntó la razón de mis interrogantes, dijo que se había
sentido un poco incomoda, como interrogada. Me dijo que había sido un poco raro
que me fijara en los detalles de todas sus respuestas, pero que había sido
bueno también, “me pusiste a pensar un montón, a veces no sabía que responder”,
me dijo luego de reírse.
Después de explicarle un poco mi
clase de investigación social, le conté que se trataba del metamodelo, que debía
aplicarlo en una persona y que lo había hecho con ella. Mi prima pareció
curiosa por el asunto, así que le expliqué con detalle en qué consistía:
El metamodelo, como mencionó mi
profesor Cobos, es un mapa muy útil de cómo funciona nuestro cerebro y que
permite una comunicación efectiva entre las personas. Lo que se hace con el metamodelo es acortar
la estructura profunda para hablar con claridad. De igual forma, el metamodelo
permite recuperar la información que no se verbaliza y que probablemente está
oculta.
Imagen tomada de: pnlbarcelona
Partiendo de que toda
comunicación humana es ambigua, lo que uno entiende no es lo mismo que el otro entiende,
Richard Blander y John Grinder realizaron este modelo para recuperar la
información perdida a partir de la realización de las preguntas correctas. Como
afirmó mi profesor, saber que preguntas hacer hará la diferencia.
El metamodelo se divide en tres
grandes categorías: omisión, distorsión y generalización. La omisión es cuando la persona elimina cierta información o la
desecha porque la considera menos relevante. Por ejemplo, cuando me dijiste que
ellos no trabajaban, pero no me especificaste a quiénes te referías. Mi prima sonrió. Esperé un momento y le
comenté de un vídeo que había visto en un canal de Youtube llamado “Enfoque
Visionario” sobre el tema, para aclararle mejor el metamodelo y específicamente
la omisión.
—Cuando alguien me dice cosas como “deberías tomar vino porque es bueno para la
circulación” —dijo el señor del video—yo podría preguntar ¿quién lo dice?, ¿una
autoridad en el tema?, ¿los productores de vino?...saber de dónde proviene esa
información es importante.
Dentro de la omisión también hay
cierto tipo de divisiones. Una omisión, por dar algunas, puede ser por
eliminación al sujeto, por uso de un verbo inespecífico, por eliminación de un
detalle de importancia, por eliminación del sujeto u objeto en una comparación o
por realizar juicios de valor sin saber quién los hizo.
La distorsión es cuando la persona añade la propia percepción a la
situación, también se da cuando se realiza una afirmación en lo que se cree
saber de alguien. Por ejemplo, cuando tú dices como “Laura me odia”, esa sería
una distorsión, porque ¿cómo lo sabes tú exactamente?
La distorsión también tiene
subdivisiones. Puede darse por: lectura mental, causa efecto, presuposición y/o
por la relación de dos experiencias distintas. La lectura mental se da cuando
haces una afirmación fundamentada en lo que crees saber de otra persona, como
el ejemplo que te di sobre Laura. Causa y efecto se refiere al momento en el
que relacionamos una causa exterior con un efecto en la persona. Por ejemplo,
si alguien te dice algo como “los días soleados me alegran siempre”, lo que
debes preguntar es cómo sabe que eso le hace sentir bien o por qué
concretamente llega a esa afirmación. La
presuposición sucede cuando afirmamos que algo es cierto mucho antes de que
suceda.
Finalmente, la generalización es cuando una persona hace común una cosa. De
acuerdo con el curso de Practitioner de PNL 2003 – 2014 llevado a cabo por
Esteban Cuellar, “las palabras del tipo “todos”, “cada uno”, “ningún”, “nadie”,
“siempre”, “nunca”, etc. Son cuantificadores universales. Una señal de que la
persona está generalizando sin observar las excepciones” (p.11, s.f.). Es decir,
para dar un ejemplo, si uno dice: “TODOS los hombres son iguales” o “NADIE se
ha visto esa película”, estaría cayendo en una generalización y es cuando uno
debe entrar a preguntar ¿realmente todos son iguales?, ¿nadie ha visto esa
película?
Así terminó la conversación con
mi prima, ella se entusiasmó mucho con el tema y prometió contarme su
experiencia, pues iba a comenzar a aplicarlo con sus amigos de la universidad.
Quizá haga una bitácora contando su experiencia.
Retomando lo sucedido en la
mañana soleada de nuestra clase de investigación social, comenzamos leyendo y
viendo, como de costumbre, las bitácoras de nuestros compañeros. A lo que
llegué al salón, sobre el tablero estaba la proyección de la bitácora de Mateo
y Andrés Espinosa. Su video me gustó porque era diferente, ya que habían usado
el fondo de la famosa sala de los Simpson. De igual forma, ellos contaron sus
percepciones de las salidas de campo que habíamos leído la clase anterior y
explicaron los temas vistos. Continuamos con otra bitácora, se trataba también
de un video, esta vez de un compañero que había decidido hacerlo solo. El video
de él estaba muy bien editado y además tenía mucho carisma, lo que hizo que al
profesor Cobos y a muchos nos gustara. Finalmente, leímos una de las bitácoras
que había sido escrita por nuestra compañera Natalia Medina.
En la clase también hablamos sobre el
metamodelo, método al que hice referencia a lo largo de mi bitácora. Finalmente para
cerrar ya el escrito, me gustaría citar una frase del escritor inglés Samuel Johnson,
la cual me parece que se relaciona directamente con el tema trabajado. Su frase
dice textualmente: “el lenguaje es el vestido de los pensamientos”.
REFERENCIAS:
Curso de Practitioner de PNL
2003 - 2014. ProgramaciónNeurolingüística
Lenguajes para el Cambio I
El Metamodelo del Lenguaje. Esteban Cuéllar. Ed Metapublication.
El metamodelo. Tomado de la página web Crearte Coaching. Encontrado en: https://www.creartecoaching.com/el-metamodelo/
Enfoque visionario. (2016, julio, 28). Metamodelo-PNL. (Archivo de video). Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=KlCqoUzlHrE
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