Comenzando investigación social
“Uno
se deja leer por simples detalles”, una afirmación tan sencilla y a la vez tan
cierta. Una realidad de la que muchos no somos conscientes hasta que alguien
nos pide que nos fijemos en ella. Jamás pensé que en mi primera clase del día
jueves aprendería algo tan importante para la vida.
El
sol apenas comenzaba a posicionarse sobre la cabeza de todos los que nos
dirigíamos al salón 417 del nuevo edificio de la Universidad. Con una sonrisa
dibujada en su rostro, el profesor Juan Sebastián Cobos dio la bienvenida a la
clase de Investigación Social. Luego de dirigir un saludo a aquellos
estudiantes con los que había compartido otras asignaturas, el profesor
procedió a presentarse. Detalles de su vida, sus lugares de trabajo e intereses fueron compartidos con cada uno de
los que yacíamos sentados escuchando sus palabras.
Como
en toda introducción, el profesor mencionó las reglas de clase con las que
trabajaríamos a lo largo del semestre. Debo admitir que la última fue mi
favorita (-0,2 por error de ortografía). En ella, hizo un enfoque especial con el fin, quizá, de recordarnos la
importancia de escribir bien. Pude notar, luego de observar lo relevante que son
las palabras y la precisión para el
profesor, que siente una gran fascinación por la escritura y, en ese
momento, me fue inevitable recordar la
frase de Voltaire que alguna vez oí de mi profesor de filosofía : “la escritura
es la pintura de la voz”.
Como
de costumbre en los primeros días de clase, el profesor quiere conocernos y que
nos conozcamos, por lo que sugirió una actividad bastante original: en una hoja
de papel nos pidió dibujar un objeto inanimado que nos describiera a cada uno
de nosotros. Luego, distribuyó los dibujos por toda la clase para que, al recibirlos, intentáramos descubrir quién era la persona que había
hecho el dibujo, cuáles eran sus características y cómo la definiríamos.
Debo
decir que al principio no tenía idea alguna sobre lo que dibujaría en la hoja.
Tomé mi esfero negro y comencé a balancearlo como un péndulo a escasos
centímetros del papel. Mi mente divagaba y daba vueltas en busca del objeto
que, quería, me describiera a la perfección. Luego de pensarlo un poco más, decidí dibujar
un libro cerrado de gran tamaño que en
su interior tuviera tres libros más pero esta vez abiertos, adornados con un pequeño pincel a
la derecha. Recuerdo estar ansiosa por
lo que la otra persona, la que había recibido mi dibujo, pudiera intuir o
precisar de mí. Cuando intercambiamos las hojas, recibí un pequeño dibujo a
lápiz de un avión. Me pareció una propuesta muy interesante, sin embargo, no sabía
cómo describir a la persona que lo había hecho. Curiosamente, el dibujo que
había tenido que analizar fue uno de los cinco que el profesor tomó en sus
manos para demostrarnos cómo podemos leer a las personas en lo que dibujan.
Recuerdo que acertó con gran facilidad al afirmar que la persona era muy cercana a su familia y que
no era de Bogotá. Eso me sorprendió mucho, pues sus apreciaciones resultaron
ser certeras en todos los casos.
Cerramos
el ejercicio no sin antes concluir la importancia de la observación y la
relevancia de los detalles. Aprendimos que no solo comunicamos con nuestras
palabras, lo hacemos con todo nuestro ser, con nuestras acciones, con nuestros
comportamientos, nuestros dibujos, nuestra manera de escribir e incluso con nuestro silencio.
Continuando
con la clase, el profesor nos mostró una gráfica en forma de pirámide de Edgar
Dale denominada “el cono del
aprendizaje”. Con esta, nos explicó que después de dos semanas, solemos
recordar solamente el 10% de lo que leemos, el 20% de lo que oímos y el 30% de
lo que vemos. De igual forma, afirmó que recordamos en un porcentaje mayor las actividades visuales como las películas.
Para finalizar, explicó que cuando participamos de las actividades, cuando
hacemos lo que intentamos aprender, interiorizamos mejor las cosas y logramos recordarlas casi que en
un 90%.
Después
de oprimir suavemente una tecla para cambiar la diapositiva y dar paso a otra
gráfica, el profesor expuso seis habilidades relevantes con las que deberíamos
contar: recordar, comprender, aplicar, analizar, evaluar y crear. Recuerdo
mucho que enfatizó en que todas son dependientes y que si se carece de una, no se
puede realizar la siguiente.
Faltando
pocos minutos para dar por terminada la clase, el profesor recitó una frase que
logró tocar mis fibras más profundas: “no es la mano la que escribe, es el
alma”. Y aunque no recuerdo su autor, mencionado por el profesor, considero que
es una frase muy poderosa y muy cierta. Sin duda, escribir es una actividad
mágica e incomparable a la que nos dedicaremos a lo largo del curso, pues de
acuerdo con el profesor, escribiremos para cada clase un pequeño resumen de lo
que hagamos y lo publicaremos en un blog personal que más adelante vamos a
crear y al que vamos a dedicarle tiempo.
Justo
antes de retirarnos del salón, el profesor nos pidió recoger los dibujos e
intentar analizar a la persona que había intentado analizarnos a nosotros.
Recuerdo que la curiosidad que sentí al entregar la hoja seguía presente al
momento en el que me acerqué al puesto frente al tablero. La persona que vio mi
dibujo definitivamente lo había entendido en su totalidad, por lo que sonreí un
poco. La persona acertó en que me gusta el arte y en que tengo gustos
literarios; también acertó en el uso que
hice del papel y el mensaje que esto le transmitió. Debo confesar que me generó
un poco de risa que haya escrito que era una persona muy segura de mis
decisiones porque usé esfero y no lápiz, ya que en realidad hice eso porque mi
lápiz estaba sin punta y no encontré un tajalápiz en los minutos previos a
realizar el dibujo.
La
letra del compañero o la compañera que descifró mi dibujo me pareció muy bella,
con unos detalles muy definidos y redondos. Por el tamaño de la letra, podría
decir que es una persona extrovertida y, quizá, muy comunicativa. Por la forma,
es una persona que es muy profunda en cuanto a sus sentimientos y por el manejo
vertical de su letra, parece ser una
persona muy equilibrada en todos los aspectos de su vida; entre sus
sentimientos, su mente y la materia. Finalmente, por la dirección entre líneas,
podría decir que es una persona estable, realista y práctica.
Debo
admitir que cuando comencé a ver los videos de la grafología, me asombró lo
mucho que podemos llegar a conocer a una persona por su letra, por ese detalle
tan característico de una persona. De nuevo,
la frase de la clase volvió a instalarse en mi cabeza: “uno se deja leer por simples
detalles”. Al terminar los videos, corrí a mi habitación y comencé a analizar
mi propia letra, la de mi mamá, la de mi papá y me dije a mi misma que tenía
que comenzar a observar más esos pequeños detalles que nos envían todo el
tiempo las personas a nuestro alrededor, detalles tan relevantes e
imprescindibles para la clase de
Investigación Social.
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